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lunes, 30 de noviembre de 2015

El "cierre" de calles.



De esto es de lo que se hacen eco los medios de comunicación escritos sobre la "moda" actual que se produce los domingos en algunas localidades de nuestro país y el mundo: el cierre de calles y plazas céntricas al tráfico motorizado.
De hecho, esta denominación, cierre, no es algo arbitrario, es algo para "tirar a dar", directamente. El cochecentrismo es lo que tiene.
En lugar de llamar las cosas por su nombre, apertura, seguimos en una sociedad que no está preparada para reivindicar sus calles. Sí, apertura. Apertura a sus ciudadanos, a actividades que ocupen todo el ancho de las calles, con el derecho al silencio de los motores, a no respirar el veneno de los tubos de escape y al no tener ese miedo a ser atropellados en cuanto cruces los límites de la calzada. Una calzada invadida permenente por un rey que debe ser destronado y que ocupa el 80% de nuestras calles.
Y decía que esta sociedad aún no está preparada porque la mayoría de las reacciones a estas iniciativas de concienciación y, poco a poco, de recuperación, son las del colapso. "Se ha generado un enorme embotellamiento". "Grandes atascos por el cierre de calles"... Y es que seguimos en las mismas: yo uso el coche, debo seguir usándolo y por más que me avisen de que existen restricciones a su movilidad, lo sigo usando. Y lo que es más, me quejo al contribuír a colapsar las calles. Porque, muy señores míos, sigo diciendo que los atascos y la falta de aparcamiento, no los producen las medidas restrictivas, ni disuasorias, ni las limitaciones, no, los atascos los producen los excesos, la irracionalidad y las pocas ganas de perder ese privilegio de ocupar un enorme espacio de todos para disfrute privado.
¿Poco a poco? Podría ser... Pero hasta que una sociedad no está en su mayoría realmente preparada para hacerle frente, como ocurrió en Holanda en los años 70, la espera se hace interminable y, a veces, inverosimil.

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