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domingo, 10 de julio de 2011

Demasiados ciclistas en las aceras.

Siempre me ha molestado mucho el típico comentario, en blogs, noticias, etc., de la típica persona que se queja de que las bicicletas invaden las aceras en su ciudad y de que no se puede andar por ellas. Siempre hay uno de estos comentarios aunque el post o la noticia sean sobre un nuevo tipo de pedal o sobre una excursión al campo y algunos llegan incluso a tal grado de sandéz de decir que ojalá sólo hubiese coches en su ciudad.
Pues bien, hecha esta aclaración, ahora me toca a mí quejarme sobre el tema (y no soy el único amante de los desplazamientos en bici que lo está pensando últimamente).
En Ciudad Real, por desgracia, somos cuatro gatos los que nos desplazamos en bici (aunque cada vez se ven más) y estoy notando una gran cantidad de bicicletas que circulan como norma por las aceras. No es que se suban a ellas en tramos en los que el tráfico es demasiado peligroso o para cruzar un pequeño tramo hasta una zona permitida, ¡es que circulan por ellas como norma sin importarles si están llenas o no de peatones! Tampoco son respetuosos con éstos últimos, sino que circulan a su bola como si estuviesen en una calzada o un carril bici.
De hecho, esta última semana, me han pasado varios rozando cuando paseaba tranquilamente. El cabreo que siente alguien acostumbrado a desplazarse en bicicleta y que defiende a capa y espada el uso masivo de éstas en las ciudades es monumental. ¡Así como van a respetarnos y a tenernos en cuenta! ¡Nos estamos convirtiendo en un estorbo real para los peatones y no para los coches, nuestro verdadero objetivo!
Bien sea dicho que la media de edad de estos ciclistas inconscientes es baja, pero precisamente por eso hay que reeducar y cortar de raíz estos comportamientos. La falta de infraestructura específica, que haga más sencillo y cómodo el pedaleo en nuestras ciudades, juega un papel muy importante en estas actitudes, pero, lo más importante, es una tarea pendiente en nuestra sociedad: la educación víal en las escuelas. Esta última es mínima o inexistente y es algo indispensable, no sólo ya por el conocimiento de las normas de circulación, sino por el fomento del respeto hacia los demás. Que sea la propia persona la que evite molestar al resto y no el miedo a la sanción.
En fin, que a partir de ahora tendré que plantearme leer las quejas de esos peatones (como yo) cuya única salida son los comentarios en medios digitales y, por favor, ¡bajáos de las aceras!

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