Ayer tuve que conducir entre Miguelturra y Ciudad Real a las 8 de la tarde y no me extraña ver, casi a diario, la triste noticia de ciclistas muertos en accidentes CON COCHES, peatones atropellados POR COCHES, jóvenes que ven sesgada su corta vida en un ACCIDENTE DE COCHE...
En esta macrolocalidad (Miguelturra-Ciudad Real), en la que la separación entre los dos municipios es de unos 50 metros (6 km. de centro a centro) bien podría disputarse una gran premio de F1, pero sin necesidad de traer ningún piloto de fuera.
Entre ambos municipios suman la increíble cifra de unos 100.000 habitantes. El transporte público no es que sea una maravilla, pero recorrer caminando Ciudad Real de punta a punta no lleva más de 40 ó 50 minutos. Pues bien, no sólo ha reconocido el ayuntamiento que se realizan una media de 53.000 desplazamientos en coche a diario, sino que, como comprobé yo ayer, el tráfico se mueve en una competición constante. Velocidades que superan con creces los 50 km./h. establecidos, constantes slaloms entre vehículos, semáforos rebasados en rojo a cada paso, ciclistas que ven cortado el paso porque un coche se desvía justo delante de ellos, como si fuesen poco más que un árbol, constante acoso de los pilotos urbanos al resto del tráfico... Todo esto en una puñetera miniciudad que, si se puede recorrer en el tiempo que os he dicho andando, imaginaos los que se tarda en coche.
No hablemos ya del problema en ciudades mayores y macrociudades...
Cada vez más, estamos dando verdaderas armas a individuos que no se las merecen. El aislamiento del mundo exterior al que nos somete un coche, unido a las altas potencias y a la enormemente falsa sensación de seguridad que proporciona (ésta sí que es real y no la del uso del casco ciclista. Sólo hay que ver cómo queda un coche tras un accidente) están potenciando que verdaderos asesinos campen a sus anchas por nuestras ciudades. Y si a alguien le parece esto exagerado que piense en el poco respeto por la vida que tienen estos energúmenos en su cruzada del todo por la velocidad y en el daño que pueden ocasionan a diario a los más débiles cuando, ese infalible control que tienen sobre la máquina, falla.
El problema viene acrecentado porque estas actitudes tienen el pernicioso efecto contrario a la pacificación del tráfico, acaban arrastrando a cada vez más personas a este estado de nervios, prisas y ansiedad. Pero, por desgracia, como siempre, o se nos castiga o esta actitud no desaparecerá. Por eso sigo opinando que con la reducción de velocidad en nuestras calles no es suficiente. Educación vial.
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