Habrá un día en el que haya tantas bicicletas circulando por nuestras calles que, entre el murmullo reinante y la melodía de los timbres con el rebote del pavimento, al oír el estruendo de un motor de explosión volvamos la cabeza con extrañeza, señalemos y digamos: "mira, ¡un coche!".
Éste es mi deseo para hoy porque, ahora, lo que sucede es todo lo contrario. Somos pequeñas gotas en un mar de petroleo...
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