Queridos niños y niñas, hoy quiero contaros una historia que no por extraordinaria deja de ser real.
Volvía yo de mi trabajo y entraba a mi pueblo por la calle de acceso principal, cuando sentí en la nuca el resoplido de un motor de combustión. Puesto que venía tráfico de frente, el coche en cuestión no pudo adelantarme hasta casi el final de la calle, momento en el que yo ya me encontraba circulando a la escasa velocidad del resto de vehículos y bastante cerca del coche de delante. Pero ya se sabe, un coche tiene que correr más que una bici, por definición, y no puede permanecer detrás de ésta. Concluyendo, fui adelantado por una señora joven, que tuvo poco más del hueco suficiente para incorporarse delante de mí.
Resulta que, a escasos 30 metros del adelantamiento hay una rotonda, por lo que todos tuvimos que frenar. Sale el coche de delante de la señora y detrás, sin mirar, ésta, que le hace una tremenda "pirula" al coche que se le acercaba por la izquierda. Cosa normal, ya que su coche era el que más corría, no sólo más que las bicis, sino que el resto de vehículos.
Pero he aquí que da la casualidad de que, unos 50 metros más adelante, todos tenemos que parar porque hay un coche aparcando a la derecha. Analizo la situación y veo que no hay ningún problema para seguir adelantando, como es procedente, por la izquierda. Paso por delante de la señora del veloz vehículo, adelanto al resto y sigo mi camino mientras ellos permanecen atascados hasta el final de la maniobra.
Y que moraleja podemos sacar de todo esto, niños y niñas: pues que creer que el vehículo más rápido en la ciudad es el coche, no es más que un cuento chino. Y al que crea lo contrario, no importa cuanto corra o crea correr, lo veré en el siguiente semáforo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
1 comentario:
Como me gustan los cuentos chinos. Zassss!!! en toda la boca..
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