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martes, 10 de diciembre de 2013

El nuevo estado del miedo.

Miedo, miedo y miedo en todos los ámbitos. Miedo a caminar, a usar la bici, a protestar, a sentirte distinto... Esto es lo que se nos inculca desde pequeños.
El pretendido afan de sobreprotección cala en nuestros huesos desde los gobiernos y los medios de comunicación. Eso sí, tenle miedo sólo a aquello que interesa y siéntete bajo el manto protector de lo aparentemente seguro.
Los niños ya no caminan, no sea que les pase algo, que les pille un coche, cuando pueden ir mucho más seguros dentro de él, de esa estructura metálica que nos salva de lo externo, de lo terroríficamente cotidiano. Acompáñalos a casa de ese amigo que vive en la misma calle y no los dejes jugar en la calle, que es muy peligroso. Arrúllalos en tu salón con una consola o un tablet.
Quien no tiene los recuerdos de la infancia de llegar del colegio, tirar la cartera del cole (sí, era cartera, no mochila) y bajarse a jugar con los amigos a las chapas, las canicas o lo coches. Sin móviles, sin control y con el bocadillo en la mano, sabiéndo a qué hora volvías a cenar sin tan siquiera tener reloj. Coger la bici y perderte por calles, plazuelas y descampados... ¿Existía peligro? Pues supongo que el mismo que ahora. Estoy, en mi caso, hablando de Madrid. Ahora vivo en un pueblo de 10.000 habitantes, sin delincuencia, con poco tráfico y esto es impensable. ¡Es que eran otros tiempos! ¡La cosa ha cambiado!, le comentan a alguien que con 8 años cogía un autobús de línea para ir al colegio desde su barrio al centro de Madrid.
No camines al cole, que yo te llevo. No vayas a jugar sin que esté yo.
Ese miedo que se nos filtra desde el exterior al tuétano, que no nos permite pedalear por la calzada que no nos deja relacionarnos con los compañeros de camino al colegio o al trabajo, algo oscuro y desdeñable que hace de las sociedades menos humanas. Un afán de sobreprotección con unos objetivos muy claros.

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