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miércoles, 12 de marzo de 2014

El derecho a aparcar.


 Una de las grandes quejas en todas las ciudades, ya sean pequeñas o grandes, es la falta de aparcamiento. Los residentes en una zona concreta se quejan de que no pueden dejar el vehículo para acceder a su residencia y los que deben moverse por las ciudades por motivos laborales tampoco encuentran aparcamiento (también los hay que han cogido el coche para recorrer distancias ridículas, por el simple "placer" de no tener que caminar, colapsan el centro de las ciudades y encima se quejan).
De poco sirven los planes municipales de obligatoriedad de plazas de aparcamiento en los edificios de nueva construcción: dos coches, uno fuera, o ampliación de vivienda y cocinas camperas en el caso de las unifamiliares.
Pero, ¿el aparcamiento en la vía pública debe ser un derecho gratuito para todos? ¿Se debe reservar esa cantidad enorme de espacio para que lo ocupen vehículos detenidos?
La inmensa mayoría piensa que sí, que hay que aumentar las plazas de aparcamiento y, cuando se reducen éstas para devolver espacio al peatón (que somos todos), suelen ser los únicos momentos en que la indignación se generaliza.
Muchos de ellos creen que tienen este derecho inalienable porque, según ellos, pagan impuestos que los demás no pagan; léase, impuesto de circulación, que realiza un gravamen anual sobre los vehículos a motor. Los que no saben estos sufridos cotizantes es que ese impuesto lo que intenta sufragar es el enorme deterioro que producen los coches sobre las infraestructuras sobre las que circulan, los edificios que contaminan, el espacio público que destruyen y no para robar más terreno y llenarlo con su "efecto gas" para el uso privado del mismo. Para la consecución y mantenimiento de nuevas estructuras públicas está el I.B.I. (impuesto sobre bienes inmuebles) que pagamos todos, o casi (véase instituciones religiosas).
Visto esto, ¿debería ser el aparcamiento en el centro de las ciudades gratuito? A mi entender, todo beneficio debe tener una contrapartida. Y los coches no producen una contrapartida beneficiosa para el resto. Es más, la mayoría de los desplazamientos son evitables y se producen sólo por comodidad y costumbre. Un egoísmo muy arraigado sobre todo y en gran manera en pequeñas y medianas localidades.
Por otro lado, hay que reconocer que una de las infraestructuras más necesarias para el fomento de la bicicleta en nuestras urbes son los aparcamientos. ¿Deberían en este caso ser gratuitos? Si hablamos de contrapartidas, la bicicleta produce muchos más beneficios para toda la ciudadanía (lo crea o no) que las molestias que produce. Ocupa 10 veces menos espacio que un coche, cuida a mucho más largo plazo de las infraestructuras viales y genera más riqueza que la que consume. Objetivamente basándose en estos datos y, por supuesto, de forma totalmente subjetiva por mi parte, sí se debería fomentar el aparcamiento para bicicletas de forma gratuita, porque, al contrario que el coche, devuelve mucho más de lo que molesta.
Aparcamientos disuasorios cerca del centro de las ciudades, una extensa, funcional y barata red de transporte público y un desarrollo de la intermodalidad en el transporte. Así, llegaremos a tener ciudades más habitables y el espacio público se utilizará para el disfrute común, no para el uso privativo. Mientras y durante, las bicicletas deben ocupar su nicho en la sociedad.

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