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martes, 29 de diciembre de 2015

Hemos llegado al punto de inflexión.





Pekín, Madrid, Barcelona, Roma y ahora Milán. El coche sobra en nuestras ciudades. Produce el 60% de la contaminación en las mismas, atesta las calles y las monopoliza, las llena de ruidos, de crispación y de veneno.
Las medias tintas ya no sirven: zonas restringidas en el centro urbano, reducciones de velocidad en días en los que el aire ya es irrespirable, medidores de contaminación que cada vez admiten unos valores más altos, prohibición de aparcar, matrículas alternas...
Milán tomó ayer la decisión de prohibir totalmente la circulación de vehículos privados a motor, reforzó y abarató el transporte público y dió una oportunidad al desplazamiento en bicicleta única en una ciudad europea. Pero sólo por un día.
No existe el derecho (o no debe existir) al uso de un bien privativo que nos perjudica a todos. Sí debería existir y ser premiado aquel que nos beneficia en mayor medida.

 
No se puede estar constantemente esperando a que llueva. Hemos llegado a ese punto de inflexión en el que no soportamos más cantidad de humo y partículas nocivas en nuestras ciudades mientras los transportes sostenibles "estorban".
La promoción de la bicicleta junto con un transporte público y colectivo intermodal a la altura es la única demanda que puede ayudarnos. Las soluciones se conocen de sobra, pero no hay el coraje suficiente para aplicarlas.
Mientras, tú, como ciudadano, camina, ve en bicicleta en las distancias medias y usa el coche para los viajes... A no ser que haya tren.



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