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martes, 19 de enero de 2016

Lo llaman paciencia, pero no lo es.

Por llamarlo de alguna forma, me hacen mucha gracia algunas expresiones que se utilizan arbitráriamente para definir situaciones que nos resultan desconocidas o chocantes.
Este el caso de cuando oigo que "los conductores holandeses tienen una gran paciencia con los ciclistas". No, no se trata de paciencia. La paciencia se tiene ante algo que resulta molesto o enervante y ante lo cual no queremos enfadarnos. Es un sinónimo, en este caso, de resignación.
Pero puedo asegurar que este no es el caso en los Países Bajos, porque lo que existe allí es educación, una educación que se lleva en los genes, se mama y se refuerza con la edad. Un saber que no eres el amo y señor de las calles sino casi un invitado. Un conocer las normas de circulación y saber quién tiene la prioridad, tanto si es uno como 200, tanto si toca esperar 5 segundos o 3 minutos.
No, señores amantes del todopoderoso coche. No hay que tener paciencia con el pobre ser inferior que no tiene para desplazarse como dios manda, hay que tener primero educación víal y luego respeto.
Las leyes del más fuerte no deben imperar en las calzadas.
Por lo tanto, por favor, utilicemos el lenguaje como se debe y no confundamos actitudes con deberes.

martes, 5 de enero de 2016

Queridos Reyes Magos...

Este año quiero pediros algo tan sencillo y a la vez tan complicado que la ya trillada "paz en el Mundo" va a parecer algo nimio.
Os pido que la sociedad de este país esté dispuesta a abandonar unos "privilegios" mal entendidos sobre los desplazamientos urbanos, que nos llenan de humos, mal humor y ruidos y que sean capaces de entender modelos creados para las personas. Sobre esta base se sustenta todo. Sin ella, lo demás sobra.
Que esa reacción social se refleje en la política y se apoyen y promuevan estas nuevas actitudes hacia un modelo de diseño humano, en el que prevalezcan los intereses generales a los privativos.
Que la velocidad y las prisas no sea derechos, sino limitaciones y así lo entendamos todos.
Que de una vez comprendamos que las ciudades son de todos, no sólo de aquellos que abrazan la opción de moverse en vehículos a motor.
Que como es de todos, el espacio reservado a cada cual debe ser proporcional a su cuantificación y no a criterios "adquiridos" mediante la fuerza.
Que aquellos que nos desplazamos en bicicleta comprendamos que las infraestructuras propias, las pacificaciones de calles y las priorizaciones conviven el los países "bici-desarrollados", fruto de décadas de estudios y mejoras y que dejemos de ser "muy de esto o de aquello y de lo mío es lo mejor", porque sobre gustos, colores, pero el ciclismo urbano de masas se sustenta en la capacidad de ofrecer a cada cual lo que le gusta para moverse.
Que cualquier persona que se mueva en bicicleta es un "miembro del club". Ya está bien de decir que la bici sólo es para uso deportivo y que su lugar está en el campo o en las pistas o viceversa, despreciar su uso de ocio.
Que se cumplan las normas de circulación, por parte de todos, pero que se intenten mejorar aquellas que favorezcan el desplazamiento de aquellos que provocan el bien común frente a los que lo asfixian.
Que el comercio abra de una vez los ojos y se dé cuenta de que es insostenible confiar en el tráfico a motor para favorecer sus ventas. Lo contrario es lo que las prima.
Y, sobre todo, que en la medida de los posible vayamos dejando el coche en casa, para viajes más largos, y empecemos a disfrutar de nuestras ciudades caminando o en bicicleta y mieremos más allá de un salpicadero para descubrir los tesoros ocultos que no vemos con los ojos actuales. Poquito a poquito...
Ahí os dejo la tarea...

martes, 29 de diciembre de 2015

Hemos llegado al punto de inflexión.





Pekín, Madrid, Barcelona, Roma y ahora Milán. El coche sobra en nuestras ciudades. Produce el 60% de la contaminación en las mismas, atesta las calles y las monopoliza, las llena de ruidos, de crispación y de veneno.
Las medias tintas ya no sirven: zonas restringidas en el centro urbano, reducciones de velocidad en días en los que el aire ya es irrespirable, medidores de contaminación que cada vez admiten unos valores más altos, prohibición de aparcar, matrículas alternas...
Milán tomó ayer la decisión de prohibir totalmente la circulación de vehículos privados a motor, reforzó y abarató el transporte público y dió una oportunidad al desplazamiento en bicicleta única en una ciudad europea. Pero sólo por un día.
No existe el derecho (o no debe existir) al uso de un bien privativo que nos perjudica a todos. Sí debería existir y ser premiado aquel que nos beneficia en mayor medida.

 
No se puede estar constantemente esperando a que llueva. Hemos llegado a ese punto de inflexión en el que no soportamos más cantidad de humo y partículas nocivas en nuestras ciudades mientras los transportes sostenibles "estorban".
La promoción de la bicicleta junto con un transporte público y colectivo intermodal a la altura es la única demanda que puede ayudarnos. Las soluciones se conocen de sobra, pero no hay el coraje suficiente para aplicarlas.
Mientras, tú, como ciudadano, camina, ve en bicicleta en las distancias medias y usa el coche para los viajes... A no ser que haya tren.



lunes, 28 de diciembre de 2015

La intolerancia que no cesa.

Hoy voy de anécdota personal. De una corta discusión con uno de esos intolerantes que se creen que tienen derecho a la velocidad y que son los únicos vehículos que pueden circular por la calzada debido, no sé, a su peso, a su tamaño o al del ego del propietario.
Vivo en una localida pequeña, un pueblo vamos, en el que (casi) todos nos conocemos aunque sea de vista. El sujeto en concreto estubo unos 3 o 4 años circulando con una furgoneta de reparto que quemaba aceite y expelía una horrible nube de humo azul. Como ya he dicho, es un pueblo, nadie se moja, y así siguió hasta que cambió de coche. Aporto este dato para que se vea la catadura de esos que se creen únicos y anteponen su derecho a envenarnos al de los demás.
Dicho esto, tengo que añadir que yo circulaba de acompañante en coche y que, en una calle de un único sentido y estrecha, nos topamos con un señor mayor y su bicicleta. Una de esas personas que pedalea a su ritmo, con los talones y un gorro de pescador.
Mi mujer, que era quien conducía, permanece detrás, a la distancia correcta y sin hacer intento siquiera de adelantar. Circulamos así durante menos de medio kilómetro cuando, el de detrás (al que ya me he referido con pelos y señales) comienza a pitar. Mi mujer para, echa el freno de mano y se baja del vehículo para hablar con "el prisas" y no hace más que ir a la ventanilla cuando le dice que no es a ella que es "al cabrón ése". Mi mujer le comenta que es un vehículo y que tiene el mismo derecho a circular por ahí que él.
Yo, que ya estaba encendido y que tengo muy poca paciencia me bajo del coche y empiezo a gritarle los mismos argumentos a lo que me responde "que se eche a la derecha" y le vuelvo a argumentar con mi paciencia y mis buenos modales (esto es sarcasmo, sí lo reconozco) que no tiene por qué apartarse a la derecha porque la distancia lateral mínima de adelantamiento es de metro y medio y allí no se cumplía. El señor agacha la mirada y me contesta "ya, ya, ya.." mientras otro prepotente con un Audi nos pita. Discusión concluída.
Seguimos detrás del ciclista, que había ganado algo de terreno y el prisas ataja por otra calle para evitarlo. Llegamos a una rotonda y el señor del Audi que había pitado también, en lugar de hacerla completa, como iba salir por la izquierda, conduce ese tramo por dirección prohibida y se desvía directamente a la calle. Otro que, como cumple a rajatabla el código de circulación, tiene derecho a pitar y a que no le molesten.
Mientras metíamos el coche en la cochera, vuelve a aparecer "el del atajo", saliendo otra vez detrás del señor mayor y su bici, es lo que suele pasar. Ahora no estábamos ya ahí para hacer de escudo...

Los intolerantes, los que se queja de que ningún ciclista cumple las normas y esos que se creen superiores a los demás usuarios de la vía, tendrían que estar muy agradecidos a personas como ésta, que con su pedalear lento contribuyen a hacer mejores ciudades para TODOS.

martes, 22 de diciembre de 2015

La bicicleta y punto.

 
Vivimos una etapa en la que las nuevas tecnologías parecen haberse puesto al servicio de la bicicleta.
Pero esta avalancha de novedades parecen no estar destinadas a la promoción y el buen desarrollo del transporte autopropulsado a pedales, aunque se venda así.
Por un lado vamos a ignorar aquellas meramente deportivas, por razones obvias, que no afectan a la movilidad urbana. Por otro lado existen un sinfín de aplicaciones para móviles que permiten la detección de atascos, que avisan de colisiones o presencia o simples inventos que te marcan como algo peligroso o un objetivo a evitar, como esa fantástica pintura invisible, desarrollada por la industria del automóvil, que vaya usted a saber su nivel de inocuidad y que hace las delicias de nuestros gestores de tráfico.
Pero para ser una sociedad desarrollada en la Cultura de la Bicicleta, lo único que se necesita, y ahora matizo, es la bicicleta, sin aderezos y sin guiños hacia el coche. Convivencia, priorización, concienciación y respeto. Una serie de normas y homologaciones básicas y un saber comportarse con y hacia este vehículo. El saber que pesar o correr más no te da derecho a abusos ni hay ley que te ampare, en los tres niveles: peatón, bicicleta, coche.
Las sociedades que llevan más de tres décadas en su desarrollo así lo han entendido y lo desarrollan desde la infancia hasta la senectud, lo provocan y lo simplifican, con lo que ha descubierto la experiencia, sí, pero en su simplicidad básica.
Tan solo ayudas de priorización, de detección de semáforos que dan paso libre, de techados para esos días de lluvia o nieve, de ayudas al aparcamiento seguro e incluso de abrazos y chocolate caliente. Con estas mínimas ayudas técnicas sólo hace falta la bicicleta y punto. Todo lo demás está desarrollado por una sociedad con mentalidad cochista en la que la que a los bichos raros se les marca como tales.
Respeto, el saber esperar y el conocer que el más débil es el prioritario.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Empezar desde abajo.

Hoy quiero hablar de contaminación. Con la enésima Cumbre Mundial del Clima, esta vez en París, y con las "boinas" de veneno campando a sus anchas por las ciudades del mundo, recelamos totalmente de que se llegue a algún acuerdo que sea lo que se necesita, ni que se llegue a cumplir a pesar de su firma.
Pero siempre hay una forma de hacer las cosas, ante la desconfianza que sentimos ante los poderosos y los avaros que rigen el planeta y es empezar desde abajo, porque no nos damos cuenta del poder que tenemos, en todos los sentidos. Si "el vulgo" no compra algo, no se vende, si no proyecta la necesidad de algo, no se desarrolla, si no utiliza determinados artículos se deshechan.



Si no quemamos combustibles fósiles para movernos, caerán en el olvido. Si nos trasladamos de forma eficiente, caminando, en transporte colectivo o en bicicleta, contribuímos a eliminar la contaminación. No contribuímos a ello solo por reconocer en un 80%, la mayor opinión en este sentido mundial, en que existe el cambio climático y que nos va a afectar. Hay que poner remedio. Sólo quejarnos de los atascos de Madrid o de que no se puede aparcar, o de que hace frío o de yo qué sé que no contribuye a nada.
Las cosas, desde bajo, granito a granito, se construyen. Si esperamos que sea sólo la macroeconomía la que se ocupe de ello, mal vamos.

lunes, 30 de noviembre de 2015

El "cierre" de calles.



De esto es de lo que se hacen eco los medios de comunicación escritos sobre la "moda" actual que se produce los domingos en algunas localidades de nuestro país y el mundo: el cierre de calles y plazas céntricas al tráfico motorizado.
De hecho, esta denominación, cierre, no es algo arbitrario, es algo para "tirar a dar", directamente. El cochecentrismo es lo que tiene.
En lugar de llamar las cosas por su nombre, apertura, seguimos en una sociedad que no está preparada para reivindicar sus calles. Sí, apertura. Apertura a sus ciudadanos, a actividades que ocupen todo el ancho de las calles, con el derecho al silencio de los motores, a no respirar el veneno de los tubos de escape y al no tener ese miedo a ser atropellados en cuanto cruces los límites de la calzada. Una calzada invadida permenente por un rey que debe ser destronado y que ocupa el 80% de nuestras calles.
Y decía que esta sociedad aún no está preparada porque la mayoría de las reacciones a estas iniciativas de concienciación y, poco a poco, de recuperación, son las del colapso. "Se ha generado un enorme embotellamiento". "Grandes atascos por el cierre de calles"... Y es que seguimos en las mismas: yo uso el coche, debo seguir usándolo y por más que me avisen de que existen restricciones a su movilidad, lo sigo usando. Y lo que es más, me quejo al contribuír a colapsar las calles. Porque, muy señores míos, sigo diciendo que los atascos y la falta de aparcamiento, no los producen las medidas restrictivas, ni disuasorias, ni las limitaciones, no, los atascos los producen los excesos, la irracionalidad y las pocas ganas de perder ese privilegio de ocupar un enorme espacio de todos para disfrute privado.
¿Poco a poco? Podría ser... Pero hasta que una sociedad no está en su mayoría realmente preparada para hacerle frente, como ocurrió en Holanda en los años 70, la espera se hace interminable y, a veces, inverosimil.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Motobécane "randonneuse". Desviadores.




Este fin de semana han tocado cambios... Delantero y trasero para ser más exactos.
Siguiendo con la restauración de la Motobécane, he estado limpiando y puliendo tanto las palancas como los desviadores.




Las palancas son Huret y una de las palomillas fue sustituida en su momento y hecho un "apaño" para que hiciese presión a la hora de cambiar. Siguiendo la filosofía de que en esta bicicleta voy a seguir una restauración de conservación, esta desigualdad se va a quedar. Sí he sustituido las placas de fieltro que sujeteban la palanca por sendas arandelas lo más similares posible a las originales.






El desviador delantero es de la marca Simplex, modelo R 87.




Pero el más interesante es el desviador trasero, un Huret Allvio de primera generación. Investigando he descubierto que es el primer cambio en forma de paralelogramo que se comercializó para el público en general (más información, patentes y  planos, aquí).
Se supone que era un cambio pesado y con los tornillos de ajuste situados donde no debían (ya lo descubriré a su debido tiempo), pero supuso un cambio sustancial en los cambios comerciales. Lo que sí me confirma este desviador es lo que en principio deduje sobre la datación de la bicicleta: su diseño y primeras unidades son de 1958.





Perdonad mi ignorancia en estos temas, pero sólo he restaurado una bicicleta más con cambios y era de 1980, o bien he tratado con los cambios actuales, pero me han chocado dos cosas de este desviador.
La primera, que ambas ruedas de paso de la cadena sean lisas y no dentadas. Y la segunda es que no vaya acoplado al cuadro sobre un soporte especial, sino que se inserte en la misma ranura de la horquilla donde se acopla el eje de la rueda.
Supongo que será algo normal de la época...

Hoy he aprendido algo más de este complejo mundo y todo lo que queda.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Movilidad "peatonalizada".

Muchas veces nos preguntamos las razones por las que muchos ciclistas circulan por las aceras: simple falta de civismo, chulería, miedo a esas calzadas atenazadas por el coche... Y la aberrante manía de muchos ayuntamientos de crear aceras bici y separarlas de la calzada por aceras peatonales. Esto último da una sensación de legitimación del uso de las mismas sobre dos ruedas.
Incluso se viene a la mente el hecho de que circular por las aceras no reporta ningún beneficio, al contrario, todo son desventajas: velocidad mínima, frenazos, mantener el equilibrio en zonas transitadas y el consiguiente peligro para los peatones que fuerza, se quiera o no, a extremar las precauciones.



Pero hay un análisis que debería plantearse ante este tipo de situaciones anómalas pero comunes y es que existe una clara "ventaja" a la hora de la utilización de espacios méramente peatonales para moverse y es algo que no se plantea demasiado a menudo en las concepciones de los desarrollos ciclistas urbanos.
Es muy, pero que muy tentador el ver nuestro destino a escasos metros y tener que seguir los itinerarios diseñados exclusívamente para vehículos a motor, a menudo produciendo largos rodeos, que en términos de tiempo y esfuerzo, son nímios para un coche. El cerébro está diseñado para el ahorro y ahí nace el gran problema.
Podréis decir, con mucha razón, "bájate de la bici y circula andando ese trecho", pero no es tan fácil hacerlo una vez que se está pedaleando, es algo subconsciente: "total, si son unos metros..."



Como conclusión, desde mi punto de vista, se debería abordar en todo diseño urbano para la bicicleta una forma "peatonal" de movimiento para la misma. Los peatones pueden circular a su antojo por las calles (o deberían), sin direcciones prohibidas ni restricciones de cruce. Para ellos la ciudad es bidireccional en todos sus aspectos. Las ciudades que han triúnfado en la implantación de la bicicleta poseen en el 90% de sus calles esta bidireccionalidad y la posibilidad, en grandes avenidas, tanto de ir por un lado de la calzada como por el contrario, así, si voy "allí" no tengo que pasar por aquí y por aquí y por aquí... Y no tengo que invadir los espacios de otros.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Caminar al colegio.

Pena, mucha pena es lo que siento cuando veo imágenes de algo que todos hacíamos de pequeños y que, hoy en día, parecen actos de valentía más que otra cosa.
Mucha pena de ver como, para que un grupo de niños caminen hasta el colegio deben ir en fila (de a 2, de a 3, da igual; fila), por rutas marcadas especialmente como "caminos escolares" y acompañados de adultos, con chalecos reflectantes y en algo llamado "pedibús" o similar.
Pena de como, muchos niños, salen de una clase en la que se relacionan con otros compañeros con los que no pueden relacionarse por la calle. Se suben directamente en un coche y se van a casa, "protegidos" de un entorno hostil.
Pena de esos padres que sienten miedo a que se desplacen por la calle cuando son ellos los que provocan ese miedo con sus vehículos a motor, generando un círculo vicioso.

Debemos empezar a volver atrás. Esto no es progreso, es aislamiento y temor al dios coche.
Ya eso de pedalear al cole... ¡Impensable!