27/06/2010
Hoy es el primer día "de verdad" con las bicicletas.
Pedaleamos desde Hoorn hacia Enkhuizen (Casas sobre la colina), a través del polder (tierras desecadas y ganadas al mar) del Noreste, pasando por preciosos paisajes, en un carril bici paralelo a la carretera pero segregado de ésta.
Hoy es el primer día "de verdad" con las bicicletas.
Pedaleamos desde Hoorn hacia Enkhuizen (Casas sobre la colina), a través del polder (tierras desecadas y ganadas al mar) del Noreste, pasando por preciosos paisajes, en un carril bici paralelo a la carretera pero segregado de ésta.
Vistas de cultivos y granjas ganaderas en el camino.
Cruzamos por varios cuidados pero vacíos pueblecitos y paramos a comer el picnic en un molino.
Tras algunas pérdidas de la ruta y vueltas, pedaleamos sobre el dique en dirección al Museo del Zuiderzee (Mar del Sur). A un lado tenemos el antiguo mar (ahora convertido en el IJsselmeer) y al otro el polder.
El museo del Zuiderzee, en Enkhuizen, es un retrato al aire libre, paralizado en el tiempo, de lo que era esta rica ciudad de pescadores hasta 1920, fecha en la que se cerró el mar con un dique y pasó a convertirse, poco a poco, en un lago de agua dulce: el IJsselmeer.
El museo en sí es muy curioso. Pasear por sus calles es volver a aquel tiempo, con actores que recrean las actividades de la época y establecimientos que venden los mismos artículos que hace casi 100 años (para turistas, desde luego). Se puede comprar queso, carne, plantas medicinales y caramelos en la farmacia, etc. así como juegos tradicionales de la época (aro, diábolo, bolos...) y actividades para niños como disfraces tradicionales.
La pena es que sólo tuvimos una hora y media para visitarlo, lo que resultó ser muy escaso.
El museo en sí es muy curioso. Pasear por sus calles es volver a aquel tiempo, con actores que recrean las actividades de la época y establecimientos que venden los mismos artículos que hace casi 100 años (para turistas, desde luego). Se puede comprar queso, carne, plantas medicinales y caramelos en la farmacia, etc. así como juegos tradicionales de la época (aro, diábolo, bolos...) y actividades para niños como disfraces tradicionales.
La pena es que sólo tuvimos una hora y media para visitarlo, lo que resultó ser muy escaso.
Riquísimos arenques ahumados, que se podían consumir por 2 €.
(Este señor tuvo la amabilidad de posar para la foto por voluntad propia).
La escuela.
Fue curioso ver, en el pasillo que daba acceso a las aulas, un zapatero donde había que dejar los zuecos antes de entrar a clase. Desde este aula se accede a otra adyacente donde se podía escribir con plumín y tintero en auténticos pupitres antiguos (lástima de tiempo...)
Pedaleamos hasta el barco y a las 15:30 partimos hacia Lemmer, una ciudad moderna y algo pija que más parecía la Costa Azul francesa que Holanda, aunque se había conservado la arquitectura tradicional.
Una curiosidad sobre Lemmer: su bandera es igual que la española pero con dos franjas blancas más en la parte superior e inferior. Quizá, legado de los Tercios de Flandes...
Bandera de Lemmer, a la izquierda, y vista sobre el puerto.
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