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martes, 3 de mayo de 2011

Sensaciones desde los pedales.





Últimamente, por razones de logística, estoy teniendo que venir a trabajar en coche y cada vez lo llevo peor. Estar metido dentro de una caja, con prisas por todos lados. Parar, arrancar, volver a parar, arrancar de nuevo... Si sale el sol, demasiado calor, si no, se empaña el cristal...
Total, que estoy deseando que llegue el mes que viene para volver a venir en bici.
Las sensaciones que uno tiene cuando pedalea por la ciudad, muy al contrario de lo que muchos piensan, son de tranquilidad y aislamiento y creo que ambos vienen dados por la ausencia de retrovisores y, por supuesto, por la baja velocidad de circulación. El ciclista urbano va pendiente de lo que pasa delante de él. Lo de detrás es otro mundo paralelo pero oculto. Le da igual que el que venga detrás sea un prisas y que vaya a cambiarse de carril haciendo una pirula. Ir en bici cabrea, por regla general, menos, ya que vamos más pendientes de avanzar que del resto del tráfico. Además, tu velocidad es prácticamente constante (y eso que aquí no hay infraestructuras específicas y te tragas casi los mismos atascos y semáforos que los coches). Cuando voy por el arcén, de regreso a casa, veo como los semáforos se cierran y generan una cola de coches, mientras yo sigo avanzando, a mi modesto ritmo, pero avanzando. Cuando estoy llegando al semáforo éste se abre y yo no he tenido que parar. El resto de vehículos me adelanta, pero tienen que detenerse en el siguiente: parar, arrancar y vuelta a empezar. Yo no he tenido que hacerlo y, al final, hemos llevado prácticamente la misma velocidad media, con el viento regulando tu temperatura y con esa sensación de satisfacción que, si no la has probado nunca, nunca la entenderás. Mucha gente se engancha a la bici tras sentirla, pero si no se intenta, nunca se comprende.

Fotografía: fuente en la Plaza Het Zand, Brujas.

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