Casi a punto de cumplir el primer aniversario del blog, quiero escribir una serie de cuatro artículos sobre la llamada Cultura de la Bicicleta, comenzando por mi opinión sobre lo que es y su aplicación en la vida cotidiana, para continuar con sus usos en los lugares en los que está consolidada, su desconocimiento y tabúes en aquellos lugares en los que se encuentra en vía de desarrollo y terminando con la necesaria implicación política en la misma.
Amsterdam.
¿Qué es la Cultura de la Bicicleta? Pues la respuesta podría parecer sencilla: la utilización masiva de la bicicleta en desplazamientos urbanos y de ocio. Pero no es así. Son los pequeños matices que pueden incluirse en esta definición los que hacen más compleja la misma. Me explico.
Primero y primordial, la Cultura de la Bicicleta no debe entenderse como una subcultura, es decir, no debe restringirse a un grupo o una tribu urbana que utiliza la bicicleta para moverse. En la Cultura de la Bicicleta, ésta debe ser admitida por la sociedad como algo al alcance de todo el mundo, algo normal y cotidiano, sin aderezos ni señas propias de identidad. A menudo, se asocia el uso de la bicicleta a individualismos del tipo ecologista, deportista o las clases bajas, lo que, tras su implantación en la sociedad, es del todo erróneo. La manida exclamación de "¡Anda, Induráin!" y similares no tienen cabida en una Cultura de la Bicicleta desarrollada.
Por otro lado, para evitar este lastre de sectarismo, la Cultura de la Bicicleta debe presentarse a sí misma como algo atractivo, algo que desprenda cotidianeidad: ropa de calle, tacones, portafolios y, sobre todo, diversidad en edades y escalafones sociales. Existen actualmente muchos fotoblogs con la denominación chic en la red, hijos de Copenhagen Cycle Chic, que, por muy fríbolos que parezcan, tienen la virtud de mostrar "ese mundo de la bicicleta" dentro de lo cotidiano, lo mundano y fuera de ese ámbito de hippies ecologistas que buena parte ignorante de la sociedad se ha formado.
Estrasburgo. (Fotografía cortesía de Javier Núñez)
Pero esta cultura no nace sola, de un día para otro, en mi opinión, para su desarrollo es necesaria una infraestructura segura y variada que no sólo permita pedalear a aquellos con mejores condiciones físicas o mentales sino a todo el mundo. Es muy bonito defender la circulación por la calzada y pedir el respeto de los automovilistas, es algo imperativo, sí, pero también debemos permitir que ancianos y niños, amas de casa, ejecutivos y, en definitiva, cualquier persona que lo desee, pueda sentir esa seguridad subjetiva necesaria para su desarrollo. En los países en los que esta cultura lleva décadas implantada, la red viaria es primordial y los estudios sobre su mejora son constantes. Cuando esta red falla o se deteriora, los ratios caen considerablemente, por muy arraigada que la Cultura de la Bicicleta se encuentre en ese momento.
Amiens, Francia. (Foto cortesía de Javier Núñez).
Dentro de la definición de Cultura de la Bicicleta también juega un papel muy importante el tipo de desplazamiento a realizar. La Cultura de la Bicicleta no debe nutrirse en exclusiva de personas que van al trabajo en bici (commuters, en inglés). No, el desarrollo del uso de la bicicleta debe abarcar todos los ámbitos de la vida cotidiana. Y éste es un paso muy importante a dar: ir a la compra, llevar a los niños al colegio, ir al parque, ir de paseo... Si actualmente se hace en coche, ¿por qué no en bici? Es algo imprescindible y que va apareciendo por sí mismo con el desarrollo cultural. Porque, aunque pueda parecer lo contrario, la bici engancha.
Volviendo al sectarismo, la Cultura de la Bicicleta, si quiere expandirse, debe quitarse el San Benito de la radicalización y el ataque. En los lugares en los que está plenamente implantada no tiene cabida la demonización de otros tipos de transporte. Cada cual utiliza el que quiere, teniendo muy en cuenta que el desarrollo de ésta cultura ha fomentado que la bicicleta sea el más atractivo, haciéndolo el más rápido, cómodo y directo. Voluntad política en la que incidiré en un próximo artículo. De echo, cuando la bicicleta deja de ser ese-vehículo-ecológico-para-hippies-y-pobres deja de tener la calificación de medio de transporte alternativo, para pasar a ser sólo un medio de transporte, con sus peculiaridades y necesidades, pero uno más. Este punto me parece también muy importante. Tras esta metamorfosis, el ámbito de la Cultura de la Bicicleta se hace global a la sociedad y se ve como una necesidad y no como un capricho. Y esta metamorfosis provoca que, un gran número de ciudadanos, no sienta la necesidad de tener carné de conducir, apoyada por una intermodalidad con el transporte público.
En definitiva, hay que presentar a la bicicleta en sociedad como un medio de transporte, atractivo, casi frívolo, cómodo, útil y sí, ecológico y barato, pero no machacar con ello ya que, el ser humano, por naturaleza, tiende a hacer lo contrario a lo que se le impone.
Como conclusión, la definición de Cultura de la Bicicleta, ya matizada sería aquella en la que existe la libre elección de la bicicleta como medio de transporte de masas, que interactúa con el transporte público y que humaniza nuestras ciudades en un ámbito global de la sociedad, que la asume y la hace cotidiana en todas sus facetas.
Como conclusión, la definición de Cultura de la Bicicleta, ya matizada sería aquella en la que existe la libre elección de la bicicleta como medio de transporte de masas, que interactúa con el transporte público y que humaniza nuestras ciudades en un ámbito global de la sociedad, que la asume y la hace cotidiana en todas sus facetas.
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