El empujoncito necesario.

  

Vengo leyendo a menudo que bastantes personas de las que se deciden a pedalear a diario y utilizar la bici como medio de transporte cotidiano, sufren esta beneficiosa transformación tras volver de un viaje por algún país europeo con cultura de la bicicleta asentada o en vía de desarrollo. A mí me pasó, tras mi primer viaje a Amsterdam. En aquella ocasión no alquilé ninguna bicicleta, pero pasé mucha envidia porque ya estaba comenzando a usar la bici para hacer pequeños desplazamientos. Cuando volví de allí, me plantee ampliar horizontes y usarla para casi todo y, lo más difícil, intentar convencer a los que me rodean de que también lo hagan. Al año siguiente fui a Brujas y ya no pude resistirme a pedalear.

La gente de España que viaja a Berlín, Amsterdam, Copenhague, Munich, Brujas, etc. no sólo alquila una bicicleta en estas ciudades, aunque no haya pedaleado en años, sino que, cuando vuelve, se plantea seriamente hacerlo aquí. Muchos de ellos fracasan, al darse de bruces contra la falta de protección y consideración de la bicicleta aquí, pero otros cuantos vamos quedando de poso positivo, siendo cada vez más los que circulamos en bici y, espero, en el futuro no habrá que salir al extranjero para darnos cuenta de que utilizar la bicicleta, aquí, también es beneficioso.

Está visto que sólo nos hace falta un empujoncito para tirarnos al barro de los pedales, pero, ¿cuál es ese empujoncito? ¿Ver más gente en bici? ¿Sentirnos más seguros en nuestras ciudades? ¿Quitarnos de encima ese afán de aparentar tan español? Según mi hija mayor es porque aquí no hay carriles bici, pero yo creo que es más por pasar vergüenza ante sus amigos (¡Ay, la adolescencia!).

Y otra pregunta que se me viene a la cabeza: ¿por qué ésto no ocurre cuando viajamos a países del tercer mundo que utilizan la bicicleta masivamente? Si ya la usas, alquilas una donde sea, pero si todavía no, parece que no entra el cosquilleo. ¿Acaso la asociamos con pobreza? ¿Qué opináis?