Sí, ya sé que una moneda sólo tiene dos caras, pero vamos a buscarle, siguiendo con los dichos, tres pies al gato.
Hay muchos estudios que ponen de manifiesto que la bicicleta no es sólo buena para la salud, la calidad de vida en las ciudades, el ahorro de combustibles, la contaminación atmosférica y acústica, etc. sino que todos estos valores anteriores redundan en beneficios económicos, que parece ser el tema más de moda en esta crisis especulativa que nos atenaza.
Aquí podéis leer un interesante artículo sobre el tema, basado en un estudio realizado en Gran Bretaña, país que no destaca precisamente por su amor al fomento de este nuestro medio preferido de transporte.
Pero, en este artículo, voy a centrarme en las arcas municipales y en tres fórmulas de desarrollo sostenible o no que, dado el caso, son o pueden ser de aplicación para el desarrollo económico de una ciudad.
Empecemos por la primera, la situación actual de muchas de nuestras poblaciones.
El coche, a priori, puede parecer que aporta muchos beneficios económicos a nuestras ciudades. Los municipios cobran una tasa de circulación por su posesión, que no por su uso, la zona de aparcamiento controlado y la de residentes aporta beneficios directos a las arcas municipales e indirectos mediante sanciones económicas. Se construyen macroaparcamientos subterráneos que también aportan dinero... Viendo este panorama de opulencia, ¿quién querría cambiar la situación por la cruz de la moneda?
Una ciudad diseñada para ser transitada en bicicleta no recibe impuestos de circulación por sus ciclistas. Los aparcamientos suelen ser gratuitos, por lo que se consideran un gasto más. Además, si se pretende tener una infraestructura no invasiva con los peatones hay que eliminar muchos de los aparcamientos controlados, otro merme del erario público municipal. Las sanciones suelen ser de difícil resolución ya que las bicicletas no están identificadas... Total, la ruina.
Ahora, en un ejercicio de equilibrio de la imaginación, vamos a poner la moneda en su tercera cara, de canto.
Los pingües beneficios económicos que aporta el coche se van por el desagüe de la construcción de nuevas infraestructuras y su frecuente mantenimiento por el deterioro, cuando una infraestructura asimilada a la bicicleta cuesta diez veces menos. Además, la remodelación y limpieza de las áreas urbanas afectadas por la emisión de los vehículos a motor cuesta otro tanto, sobre todo si hablamos de patrimonio, mientras que las bicicletas mantienen limpio el ambiente.
Los problemas acústicos son otro caballo de batalla, teniéndose que instalar vallas protectoras que los mitiguen, instalación que no es necesaria con el uso de la bicicleta.
Además, los aparcamientos de pago para bicicletas existen en aquellas ciudades invadidas por las dos ruedas, como lugares en los que tu bici está vigilada y es seguro encontrar un sitio libre (eso sí, las tarifas son casi ridículas).
¿Cómo llevamos el balance hasta ahora?
Pues bien, vamos a casos concretos. En todos ellos, me podréis reprochar que siempre paga el mismo, pero aquí, quien contamina, deteriora y destruye debería ser el que lo haga. La fórmula del pago por el acceso al centro de las ciudades se extiende cada vez más, si bien es muy sonado el caso de Londres hay muchas ciudades que ya la aplican, como Livorno, en Italia y Copenhague está en ello.
Hay varias ciudades holandesas que promueven una fórmula de evitar el tránsito a motor en el centro. Existen aparcamientos periféricos en los que, por 5 Euros al día, uno deja su vehículo y se desplaza al centro de la ciudad en transporte público. El precio del parking incluye hasta 5 billetes ida y vuelta en dicho transporte, o si no, mejor te bajas en bici. Aparcar en la zona controlada de estas ciudades cuesta 5 Euros por hora (¿disuasorio, eh?), en los pocos aparcamientos que quedan para tal fin. También hay zona de residentes, pero en Holanda sale muy caro tener un coche (¿más disuasión?).
De la salud de los ciudadanos ni hablamos, porque ¿creéis que, realmente, a los poderes públicos le importa vuestra salud? ¡No! Lo que les importa es el coste de la enfermedad para las arcas públicas. Y una ciudad con menos coches y más bicis revierte en la economía evitando consultas médicas, pleitos y absentismo laboral. Además las bicicletas, muy al contrario de lo que algunos comerciantes creen, revierten en el consumo de cercanía fomentando la aparición de pequeñas empresas que pagan sus impuestos al ayuntamiento. En los aparcamientos disuasorios que he mencionado antes suelen haber zonas con taquillas en las que los comerciantes te dejan lo que hayas comprado en el centro, cobrando un suplemento.
¿Qué, como vamos de dinero? ¿Subimos un nivel más, hasta las comunidades autónomas y el gobierno central?
El llamado céntimo sanitaro, cobrar una pequeña tasa por litro de combustible para financiar la salud, sería innecesario en una ciudad de bicicletas, pero, mientras tanto, ayuda a sancionar a los que contaminan. ¿Queréis ahorro? ¿Por qué hay que financiar con el dinero de todos ayudas para comprar un coche, cuando éste deteriora nuestro entorno? Financiad medios de transporte no contaminantes que, como la bici, no necesitan de aportes de 3.000 Euros para su compra. ¿Qué se hunde la, otrora, floreciente industria automovilística? Renovarse o morir, pero no dar coletazos a costa de todos. ¿Acaso BH y Orbea no fabricaban armas en el siglo XIX?
¿Habéis echado ya cuentas? ¿Habrá alguien de arriba que las eche alguna vez?
El coche, a priori, puede parecer que aporta muchos beneficios económicos a nuestras ciudades. Los municipios cobran una tasa de circulación por su posesión, que no por su uso, la zona de aparcamiento controlado y la de residentes aporta beneficios directos a las arcas municipales e indirectos mediante sanciones económicas. Se construyen macroaparcamientos subterráneos que también aportan dinero... Viendo este panorama de opulencia, ¿quién querría cambiar la situación por la cruz de la moneda?
Una ciudad diseñada para ser transitada en bicicleta no recibe impuestos de circulación por sus ciclistas. Los aparcamientos suelen ser gratuitos, por lo que se consideran un gasto más. Además, si se pretende tener una infraestructura no invasiva con los peatones hay que eliminar muchos de los aparcamientos controlados, otro merme del erario público municipal. Las sanciones suelen ser de difícil resolución ya que las bicicletas no están identificadas... Total, la ruina.
Ahora, en un ejercicio de equilibrio de la imaginación, vamos a poner la moneda en su tercera cara, de canto.
Los pingües beneficios económicos que aporta el coche se van por el desagüe de la construcción de nuevas infraestructuras y su frecuente mantenimiento por el deterioro, cuando una infraestructura asimilada a la bicicleta cuesta diez veces menos. Además, la remodelación y limpieza de las áreas urbanas afectadas por la emisión de los vehículos a motor cuesta otro tanto, sobre todo si hablamos de patrimonio, mientras que las bicicletas mantienen limpio el ambiente.
Los problemas acústicos son otro caballo de batalla, teniéndose que instalar vallas protectoras que los mitiguen, instalación que no es necesaria con el uso de la bicicleta.
Además, los aparcamientos de pago para bicicletas existen en aquellas ciudades invadidas por las dos ruedas, como lugares en los que tu bici está vigilada y es seguro encontrar un sitio libre (eso sí, las tarifas son casi ridículas).
¿Cómo llevamos el balance hasta ahora?
Pues bien, vamos a casos concretos. En todos ellos, me podréis reprochar que siempre paga el mismo, pero aquí, quien contamina, deteriora y destruye debería ser el que lo haga. La fórmula del pago por el acceso al centro de las ciudades se extiende cada vez más, si bien es muy sonado el caso de Londres hay muchas ciudades que ya la aplican, como Livorno, en Italia y Copenhague está en ello.
Hay varias ciudades holandesas que promueven una fórmula de evitar el tránsito a motor en el centro. Existen aparcamientos periféricos en los que, por 5 Euros al día, uno deja su vehículo y se desplaza al centro de la ciudad en transporte público. El precio del parking incluye hasta 5 billetes ida y vuelta en dicho transporte, o si no, mejor te bajas en bici. Aparcar en la zona controlada de estas ciudades cuesta 5 Euros por hora (¿disuasorio, eh?), en los pocos aparcamientos que quedan para tal fin. También hay zona de residentes, pero en Holanda sale muy caro tener un coche (¿más disuasión?).
De la salud de los ciudadanos ni hablamos, porque ¿creéis que, realmente, a los poderes públicos le importa vuestra salud? ¡No! Lo que les importa es el coste de la enfermedad para las arcas públicas. Y una ciudad con menos coches y más bicis revierte en la economía evitando consultas médicas, pleitos y absentismo laboral. Además las bicicletas, muy al contrario de lo que algunos comerciantes creen, revierten en el consumo de cercanía fomentando la aparición de pequeñas empresas que pagan sus impuestos al ayuntamiento. En los aparcamientos disuasorios que he mencionado antes suelen haber zonas con taquillas en las que los comerciantes te dejan lo que hayas comprado en el centro, cobrando un suplemento.
¿Qué, como vamos de dinero? ¿Subimos un nivel más, hasta las comunidades autónomas y el gobierno central?
El llamado céntimo sanitaro, cobrar una pequeña tasa por litro de combustible para financiar la salud, sería innecesario en una ciudad de bicicletas, pero, mientras tanto, ayuda a sancionar a los que contaminan. ¿Queréis ahorro? ¿Por qué hay que financiar con el dinero de todos ayudas para comprar un coche, cuando éste deteriora nuestro entorno? Financiad medios de transporte no contaminantes que, como la bici, no necesitan de aportes de 3.000 Euros para su compra. ¿Qué se hunde la, otrora, floreciente industria automovilística? Renovarse o morir, pero no dar coletazos a costa de todos. ¿Acaso BH y Orbea no fabricaban armas en el siglo XIX?
¿Habéis echado ya cuentas? ¿Habrá alguien de arriba que las eche alguna vez?
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