Tenemos la idea los españoles de que en Centroeuropa son muy cuadriculados de ideas y que, de ahí para arriba, son fríos y poco amigables. Pues bien, quiero contaros un cuento que sirva para la reflexión sobre lo que quiero tratar y que nos haga pensar en quién es el cuadriculado e individualista.
Esta vez no va a ser sobre Amsterdam. Hoy nos vamos a Brujas, Flandes, Bélgica.
Esta maravillosa ciudad tiene, entre muchas de sus cualidades, el privilegio de que sus ciudadanos, y turistas, se desplazan en gran medida en bicicleta. La ciudad está llena de ellas, sus parques son ciclables y su estación de tren y su universidad cuentan con un gran parking para ellas. Sus históricos rincones respiran vida por todos lados y es una ciudad muy agradable para pasear y empaparse de sus habitantes (a pesar de los miles de turistas que la abarrotan).
Su maravilloso casco antiguo está protegido por una zona 30 de limitación de velocidad para vehículos. Esta zona, la más viva y vibrante de la ciudad, tiene como pavimento el adoquín que, además de quedar más rústico, tiene la particularidad de que produce un efecto ruido en los vehículos a motor, lo que hace que instintivamente se reduzca la velocidad. Los coches que transitan por esta zona son pocos, pero los hay, sobre todo de reparto. La mayoría de sus calles son estrechas, siguiendo el trazado del Siglo de Oro. Todas son de un único sentido para los coches, pero de doble sentido para bicicletas y ciclomotores de baja cilindrada, lo que permite desplazamientos mucho más directos para estos vehículos. Los coches respetan a las bicis circulando en ambas direcciones pero, al ser las calles tan estrechas, es imposible cumplir con la distancia lateral de seguridad de 1,5 metros, aún así ambos reducen su marcha, se acoplan y aquí no ha pasado nada.
Los peatones deambulan tanto por las aceras como por en medio de la calzada y, sin prisas ni nervios, un pequeño timbrazo o toque de claxon hace que se retiren.
Pero quizá lo más sorprendente sean sus plazas. Su estructura es totalmente abierta, es decir, no hay diferenciaciones, o son casi inapreciables, entre calzada, acera y los demás elementos y te puedes encontrar tanto un furgón de reparto, como un peatón, como una bici compartiendo unos escasos metros cuadrados. Otra vez cada cual se acopla como puede y no ocurre nada.
Como habréis podido deducir, en el casco histórico no hay infraestructura ciclista propia. Cada cual cede un poco y todo funciona de maravilla. De hecho, aunque, lógicamente, está prohibido circular por las aceras, las zonas compartidas entre peatones y ciclistas son innumerables y nadie se echa las manos a la cabeza. Los accidentes son muy escasos y no pasan de pequeños toques con un perdón, al igual que cuando se camina.
Saliendo del centro de la ciudad, brujas tiene sus rondas. Aquí la limitación es de 50 km./h., como en la gran mayoría de los sitios, y el tráfico a motor es más abundante. Para que todo funcione bien, aquí sí existen carriles bici segregados, algunos de ellos, como enfrente de la estación de tren, son biciaceras y, sí, por ellas también pueden circular los ciclomotores. Aquí, de lo que se trata es de que todo el tráfico, sea cual sea su naturaleza, se mueva con fluidez y no de fastidiar a nadie. Y os aseguro que se consigue. En el norte de la ciudad, discurren paralelos a un precioso canal, entre plantas y evitando tener que parar en la mayoría de los semáforos de la ronda, por lo que hacen más fluido el desplazamiento en bici que en coche.
Su parte este está delimitada por un canal navegable y por el parque Minewater, con su Lago de los Enamorados y vías exclusivas para peatones y bicicletas. Otra vez compartir sin acritud. Parte de esta zona, cuando llegamos a los molinos de viento que la pueblan, permite elegir entre ir por los senderos del parque, la propia calzada o los carriles bici paralelos a ésta. Más flexibilidad imposible.
En la parte noreste de la ciudad se encuentra la universidad. Para ir a clase, la mayoría de los estudiantes eligen la bicicleta. En esta zona, también escasean los carriles bici, pero la prioridad de ésta es absoluta sobre el coche, existiendo islas ciclistas en los semáforos.
Y hasta aquí este relato, que aunque lo he denominado como cuento es la pura realidad y, además, contada de primera mano porque la he vivido, no la he sacado de estadísticas ni fríos datos de La Red.
¿Qué moraleja podemos deducir de él?
- ¡Todo carriles bici!
- ¡N0! ¡El carril bici nos segrega, es peligroso y nos quita de en medio!
¿Quizá un donde sea necesario y ayude, en un modelo sostenible y fluido de ciudad no sería más adecuado?
- ¡Las bicicletas deben tener prohibido circular por zonas peatonales! ¡No a las biciaceras!
- ¡Carriles bici aunque sea por la acera!
-¡Las bicicletas nos estorban en las calzadas! ¡Qué se quiten de enmedio!
¿Quién es ahora más cuadriculado, nosotros o ellos?
Tanto en Brujas como en Holanda se diluyen las normas de circulación en aras de un mejor desplazamiento PARA TODOS. Los coches te pueden pasar a menos de 1,5 metros, pero respetándote. La circulación a contramano se basa en una única raya pintada en el suelo de la que te puedes salir si es necesario. En unos sitios hay infraestructura ciclista y en otros sólo convivencia. Los carriles se comparten por bicis, ciclomotores y sillas eléctricas de minusválidos. Las zonas peatonales compartidas con la bici e incluso con vehículos de reparto y transporte colectivo abundan... ¡Y con todo y con eso tienen una ínfima tasa de accidentes en los que se vea implicada una bici!
Nuestro problema, es que tenemos una consideración demasiado privativa de los espacios públicos y compartidos: ésta es mi parcela, mi carril, mi lado de acera y de aquí no me muevo. Quizá lo que necesitemos es más educación en la convivencia y menos infundios territorialistas inamovibles que se convierten en muros sicológicos (¿será la razón por la que han suprimido la asignatura de Educación para la Ciudadanía, para evitar que cambiemos?).
Su maravilloso casco antiguo está protegido por una zona 30 de limitación de velocidad para vehículos. Esta zona, la más viva y vibrante de la ciudad, tiene como pavimento el adoquín que, además de quedar más rústico, tiene la particularidad de que produce un efecto ruido en los vehículos a motor, lo que hace que instintivamente se reduzca la velocidad. Los coches que transitan por esta zona son pocos, pero los hay, sobre todo de reparto. La mayoría de sus calles son estrechas, siguiendo el trazado del Siglo de Oro. Todas son de un único sentido para los coches, pero de doble sentido para bicicletas y ciclomotores de baja cilindrada, lo que permite desplazamientos mucho más directos para estos vehículos. Los coches respetan a las bicis circulando en ambas direcciones pero, al ser las calles tan estrechas, es imposible cumplir con la distancia lateral de seguridad de 1,5 metros, aún así ambos reducen su marcha, se acoplan y aquí no ha pasado nada.
Quizá no sea la calle más estrecha de Brujas, pero es donde me hice la foto.
Pero quizá lo más sorprendente sean sus plazas. Su estructura es totalmente abierta, es decir, no hay diferenciaciones, o son casi inapreciables, entre calzada, acera y los demás elementos y te puedes encontrar tanto un furgón de reparto, como un peatón, como una bici compartiendo unos escasos metros cuadrados. Otra vez cada cual se acopla como puede y no ocurre nada.
Saliendo del centro de la ciudad, brujas tiene sus rondas. Aquí la limitación es de 50 km./h., como en la gran mayoría de los sitios, y el tráfico a motor es más abundante. Para que todo funcione bien, aquí sí existen carriles bici segregados, algunos de ellos, como enfrente de la estación de tren, son biciaceras y, sí, por ellas también pueden circular los ciclomotores. Aquí, de lo que se trata es de que todo el tráfico, sea cual sea su naturaleza, se mueva con fluidez y no de fastidiar a nadie. Y os aseguro que se consigue. En el norte de la ciudad, discurren paralelos a un precioso canal, entre plantas y evitando tener que parar en la mayoría de los semáforos de la ronda, por lo que hacen más fluido el desplazamiento en bici que en coche.
Zona compartida peatón/bicicleta/ciclomotor en el carril bici norte de Brujas.
Su parte este está delimitada por un canal navegable y por el parque Minewater, con su Lago de los Enamorados y vías exclusivas para peatones y bicicletas. Otra vez compartir sin acritud. Parte de esta zona, cuando llegamos a los molinos de viento que la pueblan, permite elegir entre ir por los senderos del parque, la propia calzada o los carriles bici paralelos a ésta. Más flexibilidad imposible.
Pasarela peatonal/ciclista en el parque Minewater.
En la parte noreste de la ciudad se encuentra la universidad. Para ir a clase, la mayoría de los estudiantes eligen la bicicleta. En esta zona, también escasean los carriles bici, pero la prioridad de ésta es absoluta sobre el coche, existiendo islas ciclistas en los semáforos.
La isla se puede ver a través de la puerta de la izquierda.
Y hasta aquí este relato, que aunque lo he denominado como cuento es la pura realidad y, además, contada de primera mano porque la he vivido, no la he sacado de estadísticas ni fríos datos de La Red.
¿Qué moraleja podemos deducir de él?
- ¡Todo carriles bici!
- ¡N0! ¡El carril bici nos segrega, es peligroso y nos quita de en medio!
¿Quizá un donde sea necesario y ayude, en un modelo sostenible y fluido de ciudad no sería más adecuado?
- ¡Las bicicletas deben tener prohibido circular por zonas peatonales! ¡No a las biciaceras!
- ¡Carriles bici aunque sea por la acera!
-¡Las bicicletas nos estorban en las calzadas! ¡Qué se quiten de enmedio!
¿Quién es ahora más cuadriculado, nosotros o ellos?
Tanto en Brujas como en Holanda se diluyen las normas de circulación en aras de un mejor desplazamiento PARA TODOS. Los coches te pueden pasar a menos de 1,5 metros, pero respetándote. La circulación a contramano se basa en una única raya pintada en el suelo de la que te puedes salir si es necesario. En unos sitios hay infraestructura ciclista y en otros sólo convivencia. Los carriles se comparten por bicis, ciclomotores y sillas eléctricas de minusválidos. Las zonas peatonales compartidas con la bici e incluso con vehículos de reparto y transporte colectivo abundan... ¡Y con todo y con eso tienen una ínfima tasa de accidentes en los que se vea implicada una bici!
Nuestro problema, es que tenemos una consideración demasiado privativa de los espacios públicos y compartidos: ésta es mi parcela, mi carril, mi lado de acera y de aquí no me muevo. Quizá lo que necesitemos es más educación en la convivencia y menos infundios territorialistas inamovibles que se convierten en muros sicológicos (¿será la razón por la que han suprimido la asignatura de Educación para la Ciudadanía, para evitar que cambiemos?).
1 comentario:
Totalmente de acuerdo contigo. Y es exáctamente esta inflexibilidad de percepción que tenemos por las otras personas que es nuestro mayor problema.
Publicar un comentario