Hace ya más de una década, Bogotá cambió su forma de moverse. Gracias al gran proyecto de movilidad del ya exalcalde, Enrique Peñalosa, la capital de Colombia modificó un diseño de movilidad insostenible por la democratización del transporte.
Este diseño, no sólo consiguió que más personas dejaran el coche para pedalear por sus calles, sino que acercó los barrios más desfavorecidos con el centro, dando vida y sacando de la marginalidad a sus habitantes.
¿Y cómo? Pues en palabras del propio Peñalosa trayendo la constitución del país a las calles: "la democracia no consiste en votar cada 4 años. Si la Constitución dice que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, ¿no es más lógico que un autobús, que traslada a más personas en su interior, tenga más derechos que un vehículo que traslada a una única persona?".
Esta priorización del transporte público sobre el privado, unida a la construcción de vías ciclistas y grandes alamedas peatonales en las principales avenidas de la ciudad, consigió dar un salto cualitativo en una gran urbe congestionada, y ha sevido de modelo para varias de las principales ciudades de Latinoamérica y del resto del mundo.
Pero la cosa no queda ahí. El proyecto de "ciclovías" cierra las principales arterias de la ciudad todos los domingos y festivos para que sus ciudadanos puedan caminar, pedalear o patinar por ellas y quitar los vehículos a motor de los 121 kilómetros de calzada habilitada con tal fin.
Enrique Peñalosa se dedica actualmente a asesorar en materia de urbanismo sostenible al resto del mundo. Tras él, la demostración de que con voluntad política se puede convertir cualquier ciudad asfixiada por el tráfico en una urbe más amable y respetuosa con sus ciudadanos. Todavía queda mucho por hacer, pero potenciar el tranporte público y los medios de transporte no motorizados constituyen un paso de gigante.
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