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viernes, 22 de febrero de 2013

La cercanía se consigue en bicicleta (o andando).

El ser humano es uno de los peores animales de costumbres. Por lo menos, hasta que alguien con la capacidad de crear modas opina lo contrario. Entonces, el homo sapiens se transforma en el homo borregus y se deja absorber por las falsas esperanzas de modernidad y progreso.
Un progreso que lo aleja cada vez más de los centros neurálgicos de la vida urbana y lo relega a lugares cada vez más lejanos, no sólo para vivir, sino para cubrir sus necesidades más básicas.
Estos nuevos suburbios, llamados urbanizaciones aunque constituyen verdaderas poblaciones en sí mismas, carecen de los servicios comunes necesarios y fuerzan a su vecino a realizar largos desplazamientos para poder llevar a cabo sus compras, ir a centros educativos,a centros de salud y hospitales y, no digamos ya, al trabajo, que bajo los epígrafes de "mejor calidad de vida" nos fuerzan a llenar cada vez más los accesos a las ciudades de coches. Y a ello también contribuyen en gran manera los macrocentros comerciales. Habiendo uno "cerca" (léase menos de 5 km. de autovía), ¿para qué poner comercio local?

Pero volviendo al tema del animal de costumbres. Hay una subespecie humana denominada el comerciante o dueño del pequeño comercio. Como es lógico y normal, todas sus actuaciones están condicionadas por el mantenimiento de su modo de subsistencia y por los costumbrismos que lo han sacado a flote desde su apertura. Los cambios, son terroríficos para este colectivo.
De esta manera, oír hablar de peatonalización de calles o de la creación de infraestructura y priorización ciclista es algo impensable, algo que lleva decididamente a la ruina. ¿Quién va a venir a comprar si no puede hacerlo con su coche? ¿Acaso no se necesita un coche para poder llevarse los artículos a casa? ¿Por qué quitan el aparcamiento? ¿Para que no venga nadie?



Un análisis profundo y exhaustivo demuestra que el cierre a los vehículos a motor de las calles comerciales redunda en un aumento de las ventas y mejora el acceso de los clientes al comercio local. Lo demuestran los lugares en los que, pese a la reticencia inicial de los comerciantes, estas actuaciones se han llevado a cabo. Pasear por delante de los escaparates, teniendo que pasar por todos ellos, sin los claros inconvenientes de dar vueltas y vueltas hasta encontrar un aparcamiento, que, en muchos casos, redunda en abandonar el intento de compra, incrementa las ventas y el mantenimiento del pequeño comercio. Además, evita la inversión en la construcción de caras zonas de aparcamiento subterráneo en comercios como supermercados.
Pero existe un punto que parece todavía difícil de superar y asumir y es que, facilitar el acceso y circulación de bicicletas en el centro de las ciudades, incrementa y fomenta la aparición de nuevo comercio local, promocionando la creación de infraestructuras de cercanía. Los ciudadanos que se decantan por el pedaleo y dejan de lado el coche requieren de servicios más próximos, redundando en mayores beneficios para municipios, comerciantes y resto de ciudadanos.
La forma de llevártelo a casa, viene dada con las necesidades porque, además de animal de costumbres, somos la mar de imaginativos.


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