Estaréis escuchando en estos días, supuesto final de las vacaciones estándar, tanto en publicidad como en noticias de los medios de comunicación de "masas", una asociación directa de este final con los atascos diarios de coches en las ciudades. De hecho y por desgracia, habréis notado un mensurable aumento del tráfico en nuestras calles, más prisas y menos posibilidades de circular tranquilo. Curiosa ironía la de intentar circular a mayor velocidad y acabar atascado.
Habréis observado también, si habéis escuchado o visto estos medios, de que la única receta oficial para evitar estos menesteres es la paciencia o, como mucho, salir antes (y si te ha pillado el atasco poner un ambientador o tomarte un laxante para no esperar). Mantener la resignación sobre que es algo inevitable nos ayuda a corroborar el "mal de muchos..." Pues eso, ¡epidemia!
Y las soluciones no vienen nunca de la mano de mejorar el transporte público (y quiero recalcar el PÚBLICO), ni de propiciar el caminar y el uso de la bicicleta, no, sino de aumentar de forma irreflexiva el espacio para el coche, espacio que será colapsado por el mismo y su efecto expansivo de gas.
Comprendo que hay quién no tiene otro medio para llegar a su destino, en gran parte por la descentralización de las ciudades y el viva en una zona tranquila a 5 minutos del centro (cuando se construyó, claro), pero también soy consciente de que hay una parte de esa masa resignada que nunca ha probado moverse de otra forma y quizá podría llevarse una grata sorpresa. No se trata de poder correr cuando uno se libera del atasco, se trata de mantener una velocidad constante. Así, es como se llega antes al destino.
Sé parte de la solución y no del problema. Y, por cierto, los niños son más felices yendo al colegio andando, que ese es otro tema destacable en estas fechas.
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