Las ciudades están casi colapsadas de coches. Los tiempos de desplazamiento se han duplicado o triplicado en algunos casos. No hay aparcamiento y los pocos que quedan se ponen de pago. Todo el mundo se queja, pero no cejan en su empeño de seguir así, de no cambiar nada... Bueno, sí, se fomenta y subvenciona la compra de más coches. Entonces, ¿Por qué no echar una mano?
Todo avandono de uso de un vehículo a motor, deja espacio para que otro lo ocupe, por lo que la espiral se autoalimenta indefinidamente y estamos contribuyendo a la misma realidad una y otra vez.
Compremos más coches, usémoslos, terminemos de colapsar las calles hasta que no puedan crecer más, hagamos un tetris gigante en el que no se eliminen piezas y estas no puedan ya moverse ni hacia delante ni hacia atrás. Quizá, en ese momento, comencemos a abrir las puertas de los vehículos y pongamos el pie en la tierra, los abandonemos para que formen arrecifes artificiales para plantas en el centro de nuestras urbes y empecemos a caminar...
Quizá, la psicología inversa funcione, porque hasta que no nos vemos de cara a un muro infranqueable, no nos damos la vuelta y volvemos por donde hemos venido.
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