Parece que tenemos una pequeña tregua con esto del consumismo extremo de la Navidad y que ahora nos bombardean con anuncios de perfumes en cada corte publicitario de televisión, pero en el último año, cada vez que se emitían los cortos que sufragan los gastos de las cadenas, 10 de cada 9 (y es intencionado) eran de coches.
Aprovechando el tirón de ese "subvencionismo" estatal hacia el motor, que pagamos entre todos, las marcas automovilísticas han llenado con sus falsas promesas de libertad, emoción, cuidado medioambiental y otras chanzas los cortes de programación. Un gasto que, si miramos lo que cuesta el segundo de publicidad televisiva, habría permitido que esas rebajas en el precio las hubiesen asumido los fabricantes de coches, como cualquier otra empresa a la que no se quiere apoyar desde el estado, y no hubiese salido de los impuestos de todos.
Que conste que, tal y como está la situación, me alegro por los trabajadores de fábricas y concesionarios, pero sigue siendo una medida totalmente discriminatoria para otros sectores que se encuentran en un trance igual o peor.
Dicho ésto, las ventas de bicicletas se han disparado en nuestro país durante este año, sin subvenciones (quitando el tibio caramelito de las bicis eléctricas que ha durado poco más de un mes) y, sobre todo sin publicidad. Porque en España no existe publicidad de masas sobre bicicletas. Las marcas no se esfuerzan en ello y, aún así, las ventas han superado a las de coches, con toda la marea institucional en contra, sin alardear de ello y sin que sea noticia en los telediarios, porque de esta industria también vive mucha gente y cada vez más.
¿Burbuja ciclista? Probablemente. Pero, ¿os imagináis si las marcas españolas de bicicletas hiciesen un poco de publicidad y vendiesen las virtudes de sus máquinas fuera del entorno deportivo? ¿Y si las instituciones públicas también lo hicieran?
De momento, seguiremos creciendo sin esta necesidad.
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