Definitivamente nos tienen miedo.

Si echamos la vista fuera de las asociaciones, del biciactivismo, de los blogs y redes sociales y miramos un poco alrededor, podremos darnos cuenta de que hay muchas personas que directamente se han echado al monte, han desempolvado su vieja bici, se han comprado una o utilizan las públicas, pero se han decidido por pedalear, sin otros pensamientos, a la europea, sin intentar convencer al resto, sin prejuicios y sin miedos.

Antes, era cosa del buen tiempo, pero ahora, con las semanas de crudo otoño que llevamos, no dejan de faltar las bicis en nuestras calles, ya llueva, nieve o hiele.

Es una marea silenciosa y anónima que asusta a muchos. Una gran revolución descabezada que pone nerviosos a los que siempre quieren sacar tajada. Porque en lugar de dedicarse a dar derechos a esos ciudadanos, los consideran un problema, ya sea por motivos económicos o por pérdida de preeminencia.

Hace 3 días, la Comisión de Tráfico en el Congreso se negó a la comparecencia de las asociaciones ciclistas por falta de espacio en la sala y al único representante al que se le permitió acudir, perteneciente a la Asociación de Ciclismo Profesional, se le pusieron todas las trabas posibles para evitar que leyera el comunicado oficial de Conbici que portaba.

Hoy, quedaos con la siniestra fecha del 29 de Noviembre de 2013, se debate en el Congreso el nuevo Reglamento General de Circulación, con el voto negativo de toda la oposición, pero con una cómoda mayoría absoluta que permite no escuchar a nadie.

Nos tienen miedo. Miedo a esa masa que usa la bici por que sí, sin más pretensiones, miedo económico, miedo social y miedo al que se sale del rebaño. Y cuando uno tiene miedo a algo, si cerrar los ojos no funciona, se trata de erradicar. Y esto, amigos míos es lo que hoy se pretende.