Sin entrar en apreciaciones políticas, todos o casi hemos visto el vídeo de algo que pasó en durante la coronación de Felipe VI, a una chica que portaba una chapa con los colores de la bandera republicana se le impedía el paso, por parte de la policía, por una vía pública que pagamos entre todos y en la que, en teoría, cabemos todos. Los agentes alegaban que ese pin podría molestar a alguien, a lo que la muchacha respondía que si no habían pensado que a ella también le podía molestar todo el despliegue monárquico del día.
Y es que, en este país, no nos entra en la cabeza que no sólo existen las mayorías borreguiles sino que se debe dar cabida a todas las sensibilidades.
A mí me puede molestar que me obliguen a tragar mundial de fútbol en todos los ámbitos. Me puede molestar que se asesinen animales para diversión de unos cuantos y que este acto se le califique de cultura, con la típica frase de "si no te gusta no vayas". El no poder ni hablar en una calle pública ocupada por una procesión católica porque molesto, ¿y vosotros a mí no? Os lo habéis planteado siquiera, cortar calles e imponer vuestros ritos al resto.
No. Eso no se piensa. Las mayorías establecidas piensan en su propia verdad y razón, asumiendo unos privilegios inamovibles y la estabilidad que les da el pertenecer al rebaño.
Pues lo mismo les ocurre cuando circulas en bicicleta a esos conductores intransigentes a los que, amparados por sus fueros adquiridos, molestas, porque ellos tienen el privilegio de la velocidad y la prepotencia. ¿Nadie se ha parado a pensar que, y soy consciente de que cada vez a más personas, sus humos, sus ruidos, y su abuso del espacio les pueda molestar? Si a ti te molesta mi lentitud a mi me molestan tus acelerones que generan ruido y contaminación. Porque la vía pública es de todos y yo respeto tu decisión de ir en coche. Respeta tú la mía de circular en bici, porque también estoy en mi derecho y no tengo por qué quitarme del medio.
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