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miércoles, 25 de junio de 2014

Si nunca pasa nada, sigámoslo haciendo.

Nunca pasa nada, siempre se ha hecho y todo el mundo controla.

No detener el coche del todo cuando un peatón cruza por un paso y continuar la marcha cuando acaba de rebasar el morro del vehículo y todavía no ha alcanzado la acera. Total, nunca pasa nada. No puede tropezarse ni escurrirse ni cambiar de idea y retroceder...

Circular en bici por las aceras a gran velocidad y doblar las esquinas como si no pudiese haber nadie al otro lado. Total, se frena y punto. Nunca me ha pasado nada... No voy a esperar detrás del resto de vehículos. Yo me subo a la acera y así, además, atajo.

Si quepo. Me parece una tontería tener que realizar el esfuerzo de mover esa terrible dirección asistida para alejarme aunque sea un metro del ciclista que circula por el arcén. Eso sólo se hace, de golpe, para adelantar a ese otro coche que me estorba con su velocidad. Siempre hemos cabido. ¿Por qué hoy no? Y si voy en ciclomotor mejor todavía, puedo entrar más apretado.

Total, ¿para que voy a llevar luces en la bici? Siempre he venido por esta zona y nunca me ha pasado nada. Me ven de sobra. Llevo años haciéndolo.

"¡Pero es que no me ves!" Pues claro que te he visto. Te he visto lo suficientemente bien como para calcular donde tengo que adelantarte, aunque haya coches aparcados y tengas que pegarte a ellos. No puedo permitirme el ir detrás de una bici durante 2 o 3 minutos. Mi derecho a la velocidad superior me ampara.
Y yo también te he visto y si llego a hacer el "ceda el paso" te cuelas delante y tengo que perder unos minutos de mi valiosa vida detrás de ti. La tuya me da igual, aunque esté en juego. Mis prisas son más importantes. Total, para tener que llevarme detrás, pegado al culo, sin respetar la más mínima distancia de seguridad (no sea que frenes o te caigas) y pitando, pues mejor así, ¿no? Siempre lo he hecho y nunca ha pasado nada. La bici es lenta, nunca puede ir a más de 5 km/h., me da tiempo a salir, y si no, frenas un poco.

Hasta que un día pasa. Una furgoneta realiza una maniobra frente a un grupo de ciclistas profesionales con el "me da tiempo, son lentos" y acaba en muertos y heridos graves.
Una bicicleta es envestida por detrás por alguien que defendía su "derecho a la velocidad" y causa graves heridas a quien la conducía.
Un peatón tropieza al subir el bordillo y es atropellado por el coche que no pudo esperar 10 segundos más en el paso de peatones...

Y así seguimos. Esta es una de las "glorias" que hemos heredado de una educación vial basada en la prepotencia y en ese supuesto derecho a correr que nadie puede quitarnos, en ese regalo de espacio al coche y en el arrinconamiento del resto.
Se empieza sin respetar al peatón invadiendo su espacio, en bicis, patines y demás "artilugios" rodantes, yo corro más. Se continúa con vehículos de dos ruedas a motor y se acaba con el rey de nuestras carreteras (es la línea sucesoria lógica), el que no admite contestación, aquel con todos los privilegios del mundo y que se queja del resto. Ese que puede aparcar en aceras, pasos de peatones o accesos de minusválidos, que puede invadirlas con sus ruedas delanteras para no tener que maniobrar al aparcar, que tiene el derecho de cortar una acera metiendo el morro en un vado porque "no hay otro sitio y tengo que aparcar", al que no se le puede frenar por debajo de los 60 km/h. en ciudad ni limitar sus prestaciones con "vehículos lentos" o esos semáforos de peatones que se ponen en rojo en el momento más inoportuno, en pleno "acelerón". ¡Son TODOS los ciclistas lo que se los saltan pudiendo parar a esas velocidades ridículas!

La educación vial básica, con respeto a todos y, sobre todo, a la vida de todos. Esa educación de abajo a arriba, de proteger al más débil y no acosarlo, de la pérdida del "derecho a correr" antepuesta al derecho a vivir y de no olvidar que nunca pasa nada hasta que pasa.

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