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viernes, 3 de julio de 2015

Carta abierta al "señor egoísta".

Sale a colación de la buena noticia de que se va a crear una comisión intermunicipal de estudio para solicitar una pasarela ciclista-peatonal sobre la A-43, que uniría Miguelturra y Ciudad Real de forma no motorizada, los comentarios sobre la misma por parte del "señor egoísta", ese que no ve más allá de su coche. Unos comentarios tales como que de dónde se va a pagar dicha pasarela, si con los impuestos de los automovilistas, que encima no van a poder utilizarla, o se van a poner impuestos a ciclistas, ¡y peatones!, para sufragar el gasto...
Bien, señor egoísta, me gustaría responderle.
No sólo los sufridos automovilistas pagan impuestos. Los pagamos todos y, se supone, son para el bien común. Un bien común que, caminando o circulando en bicicleta, se ve potenciado en forma de ahorro sanitario al mejorar la salud de sus ciudadanos, menor deterioro de las infraestructuras y, por tanto, ahorro en su mantenimiento y ciudades más amables que mejoran la calidad de vida común.
Sepa, señor egoísta, que su ridícula aportación anual del impuesto sobre vehículos, ese que tanto se digna en recordarnos que liquida, no llega ni para pagar una tercera parte de los destrozos que provoca el coche en las ciudades, sobre fachadas de edificios, suelo asfaltado, aceras, vallas, farolas y, sobre todo, sobre sus ciudadanos, contaminando, estresando y llenando la ciudad con sus ruidos constantes: explosiones del motor, salidas de gases y esos entre 65 y 90 decibelios que producen las ruedas sobre el asfalto. Consecuencias, falta de descanso y peor salud.
Solo el pago de mi IBI, que no sirve para mantener edificios sino para pagar, entre otras cosas, la electricidad de sus semáforos y el asfaltado de sus vías, supera casi en 11 veces a lo que usted paga por su coche. Un coche que ocupa 10 m2 del espacio de todos, tanto estando en marcha como en parado (el 80% de su tiempo), porque aparcar gratis un bien privado, según usted, es un derecho.
Y volviendo al asfalto, seguro que el señor egoísta no sabe que gracias, o por culpa, de las poderosas asociaciones ciclistas de finales del XIX, tiene sus calles pavimentadas y no son un barrizal.
Al señor egoísta le molestan el resto de usuarios de las vías públicas. Son unos defraudadores. Esos insufribles peatones que se dignan a cruzar sus vías y pulsan en esos molestos botones de semáforos. Esos que se desplazan en transporte público y que no pagan el impuesto de circulación de ese enorme autobús. Y no digamos nada de esos insoportables ciclistas que no pagan nada y se creen con derecho a todo, incluso a molestar circulando.
Porque usted, señor egoísta, es de los que se queja airádamente cuando está en un atasco. Un atasco al que usted contribuye activamente y colabora en él y cree que la solución es aumentar el tamaño de las vías para coches, para que la saturación sea aún mayor, y no reservar espacio para esos que no pagan. Ni siquiera construír y menos aumentar aceras, que lo único bueno que tienen es que te permiten aparcar encima de ellas con las luces de emergencia encendidas.
Porque usted, señor egoísta, no utiliza esta infraestructura para pobres. Usted coge el coche en su cochera, directamente desde el ascensor, se despalza a su destino, pretende dejarlo en la misma puerta (aparcar en vía pública es su derecho) y vuelve a tomar otro ascensor. O tal vez me equivoco y sí que usa las aceras a menudo, tomando cervezas en una barra exterior de un bar o en una terraza, obstruyendo el paso de esos morosos que pretenden circular por allí o perturbando su sueño.

En fin, señor egoísta. Las ciudades son de TODOS. Todos pagamos impuestos. Los impuestos sobre los más dañinos deberían ser los mayores y el que destruye, qué lo pague. Porque su coche sólo le aporta un beneficio a usted y al resto nos perjudica, mientras que caminar o desplazarse en bici beneficia al conjunto de la sociedad y, sí, por desgracia, también a usted.

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